lunes, 14 de junio de 2010

Descubriendo la Simpleza de la Vida

Algunas reflexiones sobre lo SIMPLE
Todo lo que es simple fluye. También es simple un pensamiento que no se ata a estructuras limitantes y una mirada que se detiene ante lo obvio. La vida en sí misma es simple.
Existen leyes universales e inmutables que nos muestran la simpleza de la existencia: Como es arriba es abajo; todo lo que sube, baja; todo lo que va, regresa, todo lo que se expande se contrae… La vida fluye en todas sus formas, los ciclos siguen un ritmo organizado y armonioso. Todo está en movimiento continuo; todo ocurre de cierta manera y con un sentido esencial. Pero nuestros pensamientos limitantes, nuestros temores, inseguridades, nuestros apegos, resistencias y nuestra sordera espiritual desdibujan esa simpleza y la desorganizan.
La manera más simple de aprender es SIENDO; es dejando que el alma se exprese en libertad, de modo que los pensamientos pasen por el corazón y los sentimientos, por la conciencia.
Generalmente nuestro intelecto se distrae, se olvida de quiénes somos en realidad y divaga por la superficie de las cosas, confundiendo lo esencial con lo transitorio.
Poco a poco, nuestra memoria se debilita y nos olvidamos de nuestra propia esencia. Distraídos y desconectados, salimos con ansiedad a buscar “el camino”, cuando en realidad sólo necesitamos abrir nuestro corazón para que ese recorrido que vinimos a completar, se manifieste claramente ante nuestros ojos y nuestra conciencia.
Con mucha facilidad, nos envolvemos en un vértigo de acciones, en un impulso casi incontrolable e insistente de hacer y hacer cosas permanentemente y sin parar; sin darnos un minuto para la reflexión, en el cual la sabiduría de nuestra mirada interna nos muestre por dónde ir andando la vida.
Es tan común empeñarnos en agradar, ser valorados, reconocidos y necesitados por los demás, que nos alejamos de nuestro “camino con corazón” y experimentamos el sufrimiento al aferrarnos a lo externo, al hacer aquello que los otros están esperando que hagamos, en lugar de hacer lo que nos dice la voz del alma.
Ese camino que ansiosamente queremos encontrar sólo aparece cuando aprendemos a escucharnos; a fluir, a soltar lastre; cuando aprendemos a andar libres de apegos de todo tipo; cuando asumimos una actitud de entrega y aceptación, cuando logramos tratar a los demás como queremos ser tratados por ellos y dejamos de preocuparnos por el pasado y el futuro, percibiendo lo que fue o no fue como una carga y tomándolo –en cambio- como un puente para acceder a nuestro presente.
Siempre elegimos la vida que vivimos; nadie elije por nosotros a menos que le cedamos ese privilegio. Aún lo que acostumbramos a ver como malo, es bueno; porque lo importante es hacer siempre lo mejor que podamos, basados en nuestros conocimientos previos y manifestando nuestra sabiduría en cada movimiento o acción, en cada pausa, en cada palabra y en cada silencio.
Cuando nos deshacemos del ego, nadie baila mejor que yo y nadie baila peor que yo; cada uno lo hace a su manera y al aceptarlo, sentimos fluir la alegría y el amor en todos los espacios de la vida que elegimos vivir.