lunes, 26 de abril de 2010

Mandalas del Alma

Creatividad, Sanación y Espiritualidad

Somos esencia, más allá de las formas, los sonidos, los colores y las apariencias. Somos mandalas unidos en la diversidad, transformándonos en una trama multicolor.

¿Qué es un mandala?

Es un círculo simbólico de energía que contiene infinitas formas organizadas radialmente, con el poder de ayudarnos a focalizar la conciencia y conducirnos a la integración y reorganización de nuestras partes dispersas. Representa el Universo como macro y microcosmos.

La vida es energía que se expresa a través de formas, colores, sonidos que son parte de nuestra esencia y de la esencia de todas sus manifestaciones. La constante interacción entre todas sus expresiones sostiene esa unidad invisible y consolidada que es el alma del Universo.

Seamos observadores conscientes de nosotros mismos, de la vida y del universo.

Ser observadores silenciosos es convertirnos en testigos conscientes de la vida misma, tal como transcurre en todos sus aspectos, incluyéndonos a todos como unidad de la diversidad.

Cuando dejamos que nuestros ojos miren plácidamente el horizonte de todas las cosas que nos rodean, nuestra mirada parece alargarse, ver más allá, más profundamente, ver “con ojos nuevos” y llegando a rincones inesperados, descubriendo la vida desde su esencia, a cada paso.

Basta hacer silencio y trascender los ruidos e interferencias para que nuestros oídos sean capaces de escuchar hasta los sonidos mínimos y lejanos y todo nuestro ser -en cuerpo y alma- pueda percibir sutilmente las vibraciones de ultrasonidos e infrasonidos.

Basta abrir nuestra mente y ampliar la percepción para poder captar manifestaciones de la energía con nuestro cuerpo físico, capacidad que nos hermana con otras especies de la naturaleza.

Basta soltar nuestro cuerpo para que, lleno de sonidos, comience a danzar dibujando mandalas con cada giro, con cada flexión, extensión, pausa y movimiento hasta alcanzar una comunicación mágica con la vida, desde nuestra esencia y nuestro corazón, desde nuestra transitoriedad y eternidad.

El mundo de los sentidos y la intuición nos da la posibilidad de llegar hasta donde los pensamientos nos limitan y comunicarnos con lo visible y lo no-visible y trascender las fronteras de la mente, expandiendo la conciencia hasta captar la esencia que las formas, los colores, los sonidos, los aromas del Universo -del macro y micro cosmos- contienen como si fueran cuencos.

Dibujar, pintar, danzar mandalas del alma nos lleva a ese mundo de sensibilidad, de conexión, de trascendencia, de contacto profundo con lo sutil, lo invisible, lo efímero, lo transitorio y también, con la Eternidad.

Un mandala es síntesis, esencia, sintonía, re-encuentro, nacimiento y renacimiento.

Cuando observamos en silencio un mandala, o lo dibujamos, pintamos o danzamos, se inicia un diálogo entre sus elementos y nosotros, una comunicación silenciosa y profunda que nos permite llegar hasta horizontes inexplorados de nuestra conciencia. Nuestro mundo interno partido va recobrando su unidad organizada y nuestra mente se abre a otros niveles de comprensión.

Un mandala con su multiplicidad de formas y colores representa la perfección del cosmos, la totalidad de nuestro ser y trasciende la idea del espacio-tiempo y de cualquier diferencia cultural y personal.

Vincularnos con un mandala es iniciar un viaje hacia el centro de nuestro ser y el centro del universo, poniendo luz en las zonas oscuras de nuestra conciencia para que florezca la sabiduría contenida en nuestra esencia.

Cada mandala es una puerta de entrada hacia nuestro universo interno.

Mandala grupal realizado por niños y adultos durante el Festival de Danzas Circulares, en Villa Giardino, en febrero de este año. Fue una experiencia única y mágica.